Point of no return
Del folleto de trabajo de la Semana de la fe 1993
Hasta hace algunos años, había un punto en el trayecto aéreo entre San Francisco y Honolulu, el llamado “punto de no retorno”. Desde este punto y con lo que quedaba de combustible, el avión aún podía regresar a San Francisco. A partir de allí, volver atrás era imposible. Había que seguir.
Con un alba gris comienza un nuevo día en la prisión Hamburg-Holstenglacis, la penumbra se mantiene hasta el mediodía. Monotonía y pesadumbre como cada uno de los anteriores 142 días de espera a la muerte. Cerca de la hora del almuerzo, se escucha el tintineo de un manojo de llaves al abrir una celda... El funcionario avisa, siguiendo las normas legales: A las 18 horas se procederá a cumplir la sentencia. Todo el año 1943 había estado marcado por una serie de derrotas militares del ejército alemán. En el interior del país, la Gestapo perseguía cada vez con más firmeza a los críticos al régimen, tanto a los silenciosos como a los que no mantenían su boca cerrada. Los tres capellanes, de la entonces única parroquia católica de Lübeck: Johannes Prassek (32), Eduard Müller (32) y Hermann Lange (31), asi como el pastor de la Luthergemeinde, de Lübeck Karl Friedrich Stellbrink (49), habían llamado a las atrocidades nazis por su verdadero nombre: “crímenes”, tanto desde el púlpito como en reuniones privadas. Multicopiaron y distribuyeron octavillas. Habían dado a conocer el contenido del famoso sermón del Obispo de Münster Graf von Galen contra la eutanasia.
Johannes Prassek había aprendido el polaco, para poder atender pastoralmente a los desplazados de ese país. Karl Friedrich Stellbrink mantenía públicamente contacto con judíos. Escuchaban emisoras enemigas “Feindsender” e intercambiaban informaciones incómodas para el régimen. Hacían uso de los Derechos Universales del Hombre, normal en cualquier sociedad democrática, pero hasta mortales en regimenes totali-tarios. Ellos sabían a qué se arriesgaban. En un juicio ante la falsamente llamada “Corte del Pueblo” (Volksgerichtshof) fueron condenados a muerte como “traidores de la patria”. Los seglares, acusados junto con ellos, recibieron condenas de privación de libertad. El día de su condena a muerte, Prassek y Müller hicieron en sus respectivas Biblias una anotación. Totalmente aisla-dos el uno del otro, escriben la misma frase: “Sit nomen Domini benedictum - Hoy he sido condenado a muerte.”
Hasta su encuentro en Lübeck, cada uno de los cuatro había hecho un particular camino en su vida. Sus procedencias familiares eran muy diferentes. Eduard Müller nacido en una familia numerosa y pobre, era el más joven de los siete hijos. Aprendió el oficio de carpintero. Sacerdote de vocación tardía. Todo el mundo le apreciaba por su carácter responsable, comprometido y realista. No olvidándose de su procedencia familiar, se consideraba pastor de la gente sencilla. Hermann Lange procedente de una familia de clase media alta, creció en un ambiente protegido y muy religioso. Su activa participación en los Movimientos Juveniles fue determinante en su vida. Le consideraban el ejemplo de un sacerdote ideal. ¿Será por ello, que durante el proceso fue el más atacado? Johannes Prassek, hijo de un albañil. Había conocido las penurias de una familia pobre. Era considerado como el sacerdote más carismático de los tres. Sin embargo, no daba la impresión de ser un héroe modélico o santo. Tuvo algunas tensiones con sus superiores en el seminario, retrasándole su ordenación sacerdotal. Su trabajo pastoral salía del marco habitual. Muy atrevidas fueron sus críticas al régimen. Durante un entierro conoce al pastor protestante Stellbrink. Comienzan a conversar, se entien-den, coinciden en sus puntos de vista de la situación. Comienzan a tener contactos frecuentes, planificando acciones en común. También Karl Friedrich Stellbrink era un pastor fuera de la norma. Había estado afiliado, como muchos otros patriotas, al partido nazi hasta su expulsión. Era un hombre apasionado buscador de la verdad. Predicador entusiasta. Ejemplar esposo y padre. Objeto de crítica de los superiores de su Iglesia Territorial. Se mantuvo “cristiano evangélico convencido” hasta el final. Algunas semanas fue compañero de celda de Hermann Lange: “Somos como hermanos”.
Durante su estancia de casi año y medio en celdas de aislamiento con una alimen-tación muy deficiente, aumentaron sus dudas de conciencia: La legitimidad de sus actos, un profundo conflicto entre obediencia y conciencia. Estas dudas eran compartidas por todas las estructuras jerárquicas hasta las más altas esferas de ambas iglesias.
Hubo también momentos luminosos: Por conductos aventureros y arriesgados, algu-nas mujeres consiguieron introducir en la prisión vino de misa, obleas e incluso hostias consagradas para los seglares. El “hambre” eucarístico de los presos y su profundo agradecimiento, embargado por la emoción, dan testimonio por sí mismo.
Ya trasladados a las celdas de muerte, durante las horas previas a las ejecuciones, se producen escenas estremecedoras: Sudores, tembleques, lloros y balbuceos… Un repentino, brusco cambio: brillo de otro mundo, comunión eucarística, escritos de des-pedida. Según el protocolo oficial, las ejecuciones se realizan en intervalos de tres minutos. Realmente, sus sangres se unieron.
Cada año, el 10 de Noviembre a las 18 horas, en la Cripta de la Parroquia Corazón de Jesús de Lübeck, se da lectura de un actualizado “Martyrologium“, proclamando los nombres de los tres sacerdotes católicos. Y del pastor protestante.
Horas antes de su ejecución escribía el vicario Hermann Lange a sus padres:
Cuando Ustedes reciban esta carta, ya no estaré entre los vivos! Lo que durante todos estos meses ocupó tantas veces nuestros pensamientos, sin que pudiéramos evitarlo, va a tener lugar. Siento muchísimo no poder volver a ver a Paul, a quien habría esperado para hoy. Por otra parte es bueno que durante estos días esté en casa – así pueden consolarse unos a otros. Si me preguntan cómo me siento, puedo responder que estoy: 1. alegremente conmovido, 2. lleno de expectativas!
Respecto a lo primero es que hoy terminan para mí todos los dolores, toda la miseria terrena – y Dios enjugará cada lágrima! Qué consuelo, qué maravillosa fortaleza produce la fe en Cristo que nos precedió en la muerte. En El he creído y precisamente hoy creo en El más firmemente y no seré decepcionado. Como ya le he hecho tantas veces, también hoy quiero llamarles la atención sobre Paulus. Abran los siguientes textos: 1 Cor. 15, 34 - 55; Rom. 14, 8. Ay, adonde quiera que miren, por todas partes nos encontramos con el júbilo de la filiación divina. Y qué puede ocurrirle a un hijo de Dios? De qué tendría yo que tener miedo? Al contrario: “alégrense, otra vez les digo, alégrense!”
Respecto a lo segundo es que hoy ha llegado la hora más importante de mi vida! Todo lo que he hecho hasta ahora todo lo que he aspirado y realizado, todo estaba orientado a una meta, cuya marca hoy será superada. “Lo que ningún ojo vio, lo que ningún oído escuchó y lo que jamás penetró corazón alguno, Dios lo tiene preparado para aquellos que lo aman.” (1 Cor. 2, 9). Ahora mi fe se convertirá en contemplación, la esperanza en posesión y tendré para siempre parte con Aquél que es el amor! Y no tendría que estar lleno de expectativas? Cómo será todo eso? Podré ver aquello sobre lo cual me ha sido permitido predicar. Ya no habrá ni misterio ni conjeturas tormentosas. Podré acurrucarme a los pies de quien aquí en la tierra ha sido mi madre y guía! Y Santa Teresita del Niño Jesús, mi amiga predilecta, me tomará de la mano. Hoy tiene lugar el regreso a la casa del Padre, entonces, no es para estar contento y lleno de expectativas? Además volveré a ver a todos aquellos que amé aquí en la tierra y que me eran cercanos...
Texto: Círculo de trabajo de la Semana de la fe 1993, Oficina
diocesana para la juventud, Osnabrück
Traducción: Bernhard Groten, Irún, España